Cuento chino – Anthony de Mello
Un granjero vivía en una pequeña y pobre aldea. Sus vecinos le consideraban afortunado porque tenía un caballo con el que podía arar su campo. Un día el caballo se escapó a las montañas. Al enterarse los vecinos acudieron a consolar al granjero por su pérdida. “Qué mala suerte”, le decían. El granjero les respondía: “mala suerte, buena suerte, quién sabe”.
Unos días más tarde el caballo regresó trayendo consigo varios caballos salvajes. Los vecinos fueron a casa del granjero, esta vez a felicitarle por su buena suerte. “Buena suerte, mala suerte, quién sabe”, contestó el granjero.
El hijo del granjero intentó domar a uno de los caballos salvajes pero se cayó y se rompió una pierna. Otra vez, los vecinos se lamentaban de la mala suerte del granjero y otra vez el anciano granjero les contestó: “Buena suerte, mala suerte, quién sabe”.
Días más tarde aparecieron en el pueblo los oficiales de reclutamiento para llevarse a los jóvenes al ejército. El hijo del granjero fue rechazado por tener la pierna rota. Los aldeanos, cómo no, comentaban la buena suerte del granjero y cómo no, el granjero les dijo: “Buena suerte, mala suerte, ¿quién sabe?”.
Y no es sólo lo que nos ocurre, también es lo que hacemos. Hay que intentar hacer lo correcto aunque en realidad no sabemos, o casi, las consecuencias de nuestros actos. Además, paradojicamente, a veces de lo bueno surgen cosas malas y de lo malo surgen cosas buenas.
Gracias Luis por tu aportación, es muy interesante. Un abrazo
En definitiva, que carecemos de perspectiva histórica para saber las cobsecuencias de lo que nos ocurre y de nuestros actos.