
Son las 7:15 de la mañana, Día de Reyes, y mientras me estoy tomando un café con leche de avena bien calentito empiezo a escribir estas líneas cargadas de recuerdos, reconocimiento e ilusión.
Un 6 de enero de hace 3 años a estas horas estaba en mi propio negocio de pastelería, los encargos se acumulaban y los roscones nos salían por las orejas, y es que este día es el más celebrado del año y en consecuencia, el de mayor trabajo y ventas en este sector.
A mí me encantaba que se acumularan las personas para comprar su roscón, todas ellas con la ilusión de saborearlo junto a sus seres queridos, sin duda, el mejor regalo que este día de Reyes nos puede traer a todos.
Compartir nuestras ilusiones desde nuestra esencia es el mayor regalo posible.
Y ahora mismo no puedo evitar pensar en todas las personas que hoy no tienen con quien compartir un roscón, una ilusión.
Este pensamiento me entristece y a la vez me motiva a seguir aportando mi pequeño y humilde granito de arena para hacer de este mundo un lugar más lleno de amor.
Por ello cuando decidí dar un giro a mi vida y pasé de regentar mi negocio de pastelería a acompañar a las personas como coach y mentora, tuve bien claro que también quería ofrecer mis servicios a ONGs o entidades públicas de forma altruista. Quería llegar a las personas que no tenían recursos económicos y compartir juntas nuestras experiencias, nuestro amor, nuestras ilusiones.
Si hay cosas que te duelen de tu barrio, de tu ciudad, de esta sociedad, del mundo, deja de quejarte, deja de responsabilizar a los demás, deja de esperar que alguien vaya a solucionarlo.
Cambia la queja por la acción. Cambia el ser reactiva por ser proactiva. Cambia la tristeza por la motivación. Ilusiónate.