Soy muchas mujeres, pero ya no soy víctima.
“El columpio”. Octubre 2017
De vez en cuando
la vida me hace el regalo
de reconocerme en conversaciones.
Me miro a los ojos en los gestos de otros.
En sus virtudes y miserias.
Entonces,
es cuando las horas resbalan
por el reloj de arena
de una parte de mi existencia
que había quedado dormida.
Desconectada, desconocida. Negada.
En noches interminables
encaramadas en palabras
que se columpian y salen volando al cielo,
me reconozco a mí misma.
Tiendo puentes a su pecho.
Cruzo fronteras abandonadas.
Deseo que el sol
no vuelva nunca.
[separator style_type=»shadow» top_margin=»40″ bottom_margin=»40″ sep_color=»» icon=»fa-star» icon_circle=»no» icon_circle_color=»» width=»» alignment=»center» class=»» id=»»]
Soy muchas mujeres, pero ya no soy víctima.
Cuando miro hacia atrás, siento que he vivido infinitas vidas. Que me he reinventado profesionalmente mil veces. Que he enterrado experiencias para volver a nacer y tener otras que en ese momento me llenaban más, o hablaban más alto a mi corazón.
Dentro de mí, llevo a una mujer valiente, otra creativa, risueña, a ratos triste, a una bailarina de claqué, a una administrativa, a una titiritera, a una azafata, a una viajera insaciable, a una locutora de radio, una escritora, una diseñadora, una enamorada de los viñedos y del vino, una niña inquieta, una aprendiz eterna, una amante bandida…
Me reconozco en todas y cada una de esas mujeres que he sido, excepto la vez que fuí víctima.
Una víctima, un pelele, alguien que baila a voluntad de otra persona. Que cede sus límites y ningunea sus fronteras. Que ha dejado de amarse y ha olvidado lo poderosa que es. Que cae en una oscuridad tan grande, que olvida que un día existió la luz. Y que la luz era ella.
El día que toqué fondo, no fué porque ESA PERSONA apareciese en mi vida y “me hiciese” sentir víctima. Fue porque al aparecer él, me reconocí víctima en muchas otras ocasiones. En vidas anteriores. En trabajos, en relaciones, en comportamientos pasados. ¿Esa era yo? Sí, esa había sido yo muchas veces. Y no me gustaba.
Quitarme ese traje tan pegajoso y ajustado fue como arrancarme la piel para volver a reconocerme. Y a quererme.
Fue dejar la adicción a complacer a los demás y tomar las riendas de mi vida.
El cambio más difícil de todos los que he hecho hasta ahora: Aprender a poner límites, decir que no, encender de nuevo el faro de mi esencia, ser coherente con mis valores, escuchar mi intuición, ser honesta conmigo misma, atreverme a decir lo que siento aunque pueda herir.
Y en ese viaje de re-conocimiento y reconexión, Gemma fue mi guía. Con su sonrisa, sin juzgar, ofreciéndome una confianza plena en mí y en mí poder, que ni yo misma sabía dónde me la había dejado.
Ahora, con mi faro encendido y lleno de agradecimiento y amor por aquella experiencia liberadora, comparto en tu blog, Gemma, el pequeño poema que escribí cuando estuve tan perdida.
Gracias por cederme hoy tu espacio y por recordarnos a las mujeres todo el poder que llevamos dentro.
[separator style_type=»single» top_margin=»40″ bottom_margin=»40″ sep_color=»#e516a4″ icon=»fa-star» icon_circle=»no» icon_circle_color=»» width=»» alignment=»center» class=»» id=»»]
Te dejo aquí los enlaces a su web y redes para que descubras más sobre todo lo que escribe y hace Concha, ¡disfruta!
A su blog:
→http://conchatejadaproject.com/blog
A su insta (ahí es «Con Bigote»):
→https://www.instagram.com/conbigote
Y a su facebook:
→https://www.facebook.com/Conbigoteproject
Y también está en PINTEREST:
→https://www.pinterest.es/conbigote
[separator style_type=»single» top_margin=»40″ bottom_margin=»40″ sep_color=»#e516a4″ icon=»fa-star» icon_circle=»no» icon_circle_color=»» width=»» alignment=»center» class=»» id=»»]
